El Camino de las Sombras

Una invitación inesperada, una casa perdida en el tiempo y una sensación creciente de que algo no está bien… Cuando Javier, un joven de 17 años, decide visitar a unos tíos lejanos que nunca había conocido, lo que parecía ser una reunión familiar se convierte en una experiencia inquietante que lo marcará para siempre. Mientras los secretos de la extraña casa se desvelan, Javier deberá decidir si confiar en sus instintos o quedarse para descubrir la verdad.

¿Qué harías si tu realidad se tornará más oscura con cada paso?

Explora El Camino de las Sombras y adéntrate en una historia que te mantendrá al filo de tu asiento hasta el final.”

El Camino de las Sombras

Javier, un muchacho de 17 años, recibió una invitación inesperada de unos tíos a los que nunca había conocido. Su madre le comentó que eran familiares lejanos y que sería una buena oportunidad para conocerlos. Aunque un poco nervioso, decidió aceptar la invitación y planeó llevar a su mejor amigo, Carlos, para sentirse más cómodo en la visita. Sin embargo, el día de la reunión, Carlos nunca apareció en su casa ni respondió a las llamadas de Javier. Después de esperar un rato, decidió que lo mejor era irse solo.

La dirección que tenía lo llevaba por un camino lleno de piedras, rodeado de árboles altos y espesos, donde la luz del sol apenas lograba penetrar. La carretera, angosta y llena de curvas peligrosas, se extendía durante kilómetros, haciéndo sentir como si estuviera viajando hacia un lugar perdido en el tiempo. Mientras manejaba, no podía evitar sentirse cada vez más inquieto. El silencio era abrumador, solo interrumpido por el crujido de las ruedas sobre las piedras. Después de casi una hora, finalmente llegó a lo que parecía ser la casa de sus tíos. Era una vivienda vieja, con la pintura descolorida y las ventanas sucias, que parecían no haber sido limpiadas en años.

Antes de bajarse del coche, Javier miró a su alrededor para asegurarse de que estaba en el lugar correcto. Sacó el papel con la dirección y buscó el número en la casa, pero antes de que pudiera asegurarse, una señora salió corriendo de la puerta principal. “¡Te estábamos esperando!”, exclamó ella con una gran sonrisa, abriendo los brazos para darle la bienvenida. Javier, aún con dudas, supuso que era la casa correcta y decidió entrar.

Al cruzar la puerta, un olor extraño lo golpeó de inmediato. Era una mezcla de humedad, polvo y algo más que no podía identificar, pero que lo hacía sentirse incómodo. El interior de la casa era tan descuidado como el exterior. Las paredes estaban manchadas, el piso cubierto de una alfombra vieja y desgastada, y los muebles parecían pertenecer a otra época, con la tela rasgada y polvorienta.

En la cocina, un hombre robusto y panzón estaba sentado en la mesa. Su camisa estaba manchada de grasa y apenas levantó la vista cuando Javier entró. “Hola, muchacho”, murmuró el hombre, “siéntate, platiquemos un rato.”

Durante las siguientes dos horas, hablaron principalmente de animales y del clima. El tío mencionó que tenía un par de gallinas y un perro viejo en el patio trasero, y que el clima últimamente había estado inusual para la época del año. Sin embargo, nunca hablaron de sí mismos ni le preguntaron mucho a Javier sobre su vida. Todo era extraño, y la sensación de incomodidad crecía dentro de él.

Finalmente, la tía ofreció servir la comida. Puso un plato frente a Javier, que consistía en una especie de guiso que olía tan raro como la casa. Aunque estaba hambriento, algo dentro de él le decía que no debía comer. La carne tenía un color y textura inusuales, y no pudo evitar imaginar todo tipo de cosas horribles. “No, gracias”, dijo educadamente, “creo que mejor me voy. Ya es tarde y se está haciendo oscuro.”

Eran aproximadamente las siete de la tarde, y el sol empezaba a desaparecer detrás de los árboles. El camino de regreso sería aún más peligroso en la oscuridad, pero prefería enfrentarlo antes que quedarse más tiempo en esa casa. La tía, sin embargo, insistió en que se quedara. “Es peligroso salir a esta hora, el camino es difícil y podrías perderte”, le advirtió mientras comenzaba a preparar una recámara para él. El tío también trató de convencerlo, diciendo que sería mejor que pasara la noche y se fuera por la mañana.

Pero Javier estaba decidido. Sintiendo que algo no estaba bien, se levantó rápidamente, se despidió del tío, y salió corriendo hacia su coche. Justo cuando iba a encender el motor, la tía salió de la casa, casi desesperada, pidiéndole que reconsiderara y se quedará. “¡Es por tu seguridad, Javier, no querrás tener un accidente en el camino!”, le gritó. Pero él, sin mirar atrás, simplemente se despidió y aceleró, alejándose lo más rápido que pudo.

Mientras conducía por el angosto camino de regreso, una sensación de terror empezó a invadirlo. Sentía un nudo en el pecho, como si algo malo estuviera a punto de suceder. La carretera parecía aún más peligrosa de noche, con las sombras de los árboles formando figuras amenazantes y las curvas cada vez más cerradas. A cada momento, le parecía que algo o alguien lo estaba siguiendo, aunque sabía que eso era imposible. Pero el miedo no desaparecía. Le costaba mantener el coche en la carretera, pues las piedras hacían que los neumáticos resbalaran, y había momentos en que pensó que no podría salir de allí.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, Javier llegó a su casa. Eran las doce y media de la noche. Estaba exhausto y aterrado, pero aliviado de haber llegado sano y salvo. Apenas apagó el motor, su madre salió de la casa, claramente preocupada. “¿Dónde estabas?”, le preguntó con la voz llena de angustia. “Estaba en la comida con los tíos”, respondió él, aún tratando de calmar su respiración.

Su madre lo miró, confundida y alarmada. “Entonces, ¿por qué tu tía ha estado llamando toda la tarde diciendo que nunca llegaste?”. Javier sintió que el frío recorrió su cuerpo. Todo lo que había vivido esa tarde de repente parecía más extraño y aterrador. Sin saber qué responder, simplemente miró a su madre, incapaz de explicar lo que había sucedido.

⬇️ Escucha la historia aquí ⬇️